domingo, 14 de octubre de 2007

F de "Filo-man"

De niña (y no tan niña) me pasaba las clases hablando y riendo. Para mí, ir al colegio era un acto social como cualquier otro, como quien va a tomar algo con los amigos o quien va a ver una función. Llegaba a clase, me sentaba donde se me antojara, y allí empezaba la tertulia de cada día, sin importarme lo más mínimo lo que estuviera explicando el/la maestro/a. Recuerdo con nostalgia esos tiempos en los que mi máxima preocupación era dónde iría a merendar después de clase y si en dicho lugar quedarían cruasanes de chocolate. Paradójicamente, siempre fui muy buena estudiante, me aplicaba tarde, pero me aplicaba; los profesores me querían o me odiaban, ninguno quedaba indiferente, yo creo les daba rabia tener que aprobarme el curso. [Modestia a parte].

Un buen martes mi profesor de filosofía llamó a mi madre por teléfono. La versión oficial era que su hija estaba a punto de ser expulsada del colegio por charlatana, maleducada y revoltosa (mentira!) pero yo siempre supe que ese puto viejo quería ligarse a mi madre (mujer atractiva donde las haya). Mi madre, que es un angelito sin alas, le dijo que si tenía algún problema se dirigiera directamente a su hija, pues la niña ya tenía nada más y nada menos que 16 años! [Hubiese pagado por ver la cara del pinche filoman en ese momento].

Esa tarde decidí ir a hablar con el profesor y preguntarle porque coño había llamado a mi madre sin hablar antes conmigo. Lo encontré solo en una clase, a oscuras y fumándose un puro (así o más freak), por un momento hasta llegué a pensar que me estaba esperando. Reconozco que fui un poco cruel al soltarle de buenas a primeras - “pero tu de qué vas llamando a mi madre pedazo cabrón?” (juro que lo dije). Pues bien, aquí empezó una de las conversaciones más surrealistas y inverosímiles que he tenido en mi vida, ni yo misma imaginaba lo mucho que influiría este día en mi percepción de las cosas. Y aun sonrío reviviendo el momento…

- Cuanto rato esperarías tu a un hombre? – me preguntó sin tan siquiera parpadear.
- Yo nunca espero a los hombres.
- Ah no?
- No. Yo me escondo, espero a que lleguen, cuento hasta 8 minutos y luego hago ver que llego justo en ese momento. – pa chula yo, ja!
- Tanto te gusta hacerte la interesante? – dijo, haciéndose el interesante mucho peor que yo.
- Si, bueno, no es que me guste, es que lo soy.
- Ya veo. Y qué pasa si el chico llega más de una hora tarde?
- Entonces yo llego más de una hora + 8 minutos tarde - a preguntas frikis, respuestas frikis, pensé.

- Y usted? Cuanto tiempo esperaría a un hombre o a una mujer?
Me di cuenta al momento de que la pregunta le incomodó doblemente. En primer lugar porque le había tratado de usted (como a los viejitos), y en segundo lugar porque al especificar “hombre o mujer” estaba insinuando su posible homosexualidad. Ten points for me, pensé.

- Yo lo máximo que espero a una mujer es una hora y cuarto. A ti, como eres tan interesante, te esperaría dos horas.

Muy astuto con el comentario. Ten points for him, then.
- A mi? Qué honor! – dije irónicamente (solo un poco)
- Si, a las mujeres como tu las espero dos horas justas. Si en dos horas no aparecen, en vez de olvidarlas, les hago la vida imposible..
- Y si llegara a las dos horas y un minuto?
- Si llegaras a las dos horas y un minuto, habrías llegado tarde.

En el fondo sentí pena por él, a este hombre no valía la pena ni plantarlo.

Sabía perfectamente a lo que se refería con lo de las dos horas de espera. Me había pasado de revoltosa en su clase, llevaba dos meses riéndome en su cara, y eso que ya me habían advertido otros profesores - a este más vale tenerlo de amigo - no supe escucharlos. Había acabado con su paciencia y ahora iba joderme el curso.. genial.. gracias por avisar al menos. No se me ocurrió nada más que decir así que solté:

- Y no ha pensado usted que si les hace la vida imposible les está dando el placer de saber que le han jodido? Es la típica reacción de perdedor. - Lo reconozco, ni yo misma sabía lo que estaba diciendo, es solo que de vez en cuando tengo que rendirle homenage a la mamona que hay en mi.
- Quizás, pero usted ya ha llegado tarde señorita, mucho más de dos horas tarde.

- Gané entonces?

Tal cual pronuncié la última frase me fui, no le di opción a contestar. No nos volvimos a mirar a la cara en todo el curso, él siguió llevando sus jeans arrapados donde uno podía distinguir cuando se le paraba la cosa, y yo seguí leyendo el periódico en sus clases. Aprové sus exámenes pero el muy hijo-puta me bajó la nota final.
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Al cabo de 6 años me lo encontré un día por la calle. La verdad es que yo hubiera pasado de largo como si no lo conociera de nada, pero el muy hipócrita se paró en seco a saludarme (y se le paro también, lo sé porque llevaba los famosos jeans). Me empezó a hacer las típicas preguntas de cortesía: que como me iba todo, si había seguido estudiando, si ya trabajaba, si sabía algo de la chica diez de la clase, etc. como si fuéramos amigos de toda la vida vaya.
Me quedé mirándolo con cara de poker (o de asco, no sé), me acerqué sigilosamente a su oído y le dije:

- Esperando a una mujer de dos horas profesor?

Me miró perplejo, le guiñé el ojo, le saqué la lengua en plan "chica martini" - sexy sexy - como la más puta de todas las gallinas, se puso rojo, y finalmente añadí:

Hoy no he llegado tarde..

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Ya no soy tan maleducada. He cambiado. Mucho. Y por el colmo, ahora soy maestra...


S

3 comentarios:

Anónimo dijo...

menos mal que todos los genios están un poco locos. se nace genio, y se nace loco. nadie es perfecto.....

Anónimo dijo...

lo de genio iba por ti. NO por el profe de filo. solo era una aclaración. me gustas L.

Anónimo dijo...

Si no fueras tan ruda no serias tu........ en el fondo eres un trozo de pan. Ali